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Párrafos de amor sobre LOS ATARDECERES DE JULIA

images-463   Michelle, la íntima amiga de Julia desde que fueron juntas a un internado, quiso saber sobre la nueva vida de su amiga. «Me he divorciado de David»-le dijo-. «¡Quéeee! Pero si érais la pareja perfecta…»

«Tú sabes muy bien que me casé con él a los 19 años. Era mi amigo de toda la vida. Entre él y yo solo había amistad, cariño. Pero mis padres así lo había decidido. Y cuando mis hijos se casaron empecé a darme cuenta que mi vida estaba vacía. Siempre había estado dedicada a los demás, y me di cuenta que necesitaba abrirme a un mundo de nuevos sentimientos y sensaciones desconocidas hasta entonces. Me sentía vacía como mujer, y comprendí que habían anulado todos mis sueños.»

images-462«En mi interior había una lucha constante de inquietudes desconocidas que me empujaban a buscar otras alternativas que me devolvieran la seguridad en mí misma, a descubrir que podía ser autosuficiente, independiente, libre… Ni yo misma sabía lo que me pasaba. Creía que la vida que llevaba junto a mi marido y mis hijos era la de todos los matrimonios: obligaciones, cariño, respeto… Hasta que me di cuenta que debía haber algo más que me hiciera sentir plena. Y un día mi cuerpo reaccionó. Y el simple hecho de pensar en el abrazo de otro hombre distinto a mi marido, me excitó hasta límites insospechados. De esta manera comprendí que los lazos que me unían a  David no era amor. Como tampoco era hacer el amor cuando me tomaba, pues sus besos jamás electrizaron mi cuerpo como me ocurre ahora con Javier. Él si me ha hecho descubrir todos los placeres del sexo, y a su lado he aprendido a quererme y valorarme como mujer.

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Nota de la autora: Los textos aquí explicados, son un pequeño resumen de ciertos párrafos de la novela.
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10 NOVELAS DE AMOR

 

Un regalo romántico e inolvidable.

Leer una novela de amor es un autñentico placer para los sentidos. Sumergirse en la intimidad de una pareja, bucear por entre los entresijos del alma humana. Descubrir otra época, otra historia, otras vidas y, sin embargo, sentir que el autor está poniendo en palabras aquello que nosotros sentimos, pero no supimos cómo expresar.

Cualquier  día es  un excelente momento para regalar o regalarse una novela de amor.

Pero…¿Cuál elegir?

La lista sería infinita, pero esta es una recopilación de algunos de los títulos románticos más cautivadores de la historia de la literatura.

Todos ellos tienen, por cierto, espléndidas adaptaciones cinematográficas. Pero hoy queremos apostar por el amor a la lectura.

1. Romeo y Julieta, de William Shakespeare

Romero y JulietaDos adolescentes locamente enamorados. Un futuro truncado por la corrupción y la rivalidad entre los adultos de sus respectivas familias. Podría ser el argumento de un telefilme o un ebook, pero Shakespeare lo convirtió en una narración delicada, trepidante y rematadamente romántica. La historia de un amor imposible que ni el paso del tiempo de la rutina podrán destruir.
Desayuno en Tifanny´sKeystone Features / Getty Images

La prosa cristalina de Capote fluye como una brisa de verano a medida que el narrador sigue los pasos de la frágil pero rompedora Holly Golightly, esa jovencita que buscaba consuelo en Tifanny’s, un lugar demasiado glamouroso para que pudiera sucederle algo malo, y que no quería atarse a nadie, ni siquiera a un gato callejero.

 

3. Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh

Retorno a BridesheadMichael Ward

Julia, Charles y Sebastian. Un triángulo que rebosa elegancia, delicadeza y melancolía. Un escenario siempre fascinante, la Inglaterra de principios del siglo XX. Una mansión que esconde pasiones, ansias y secretos. Una historia que hace suspirar.

 

4. La edad de la inocencia, de Edith Wharton

New YorkHarald Sund / Getty Images

Descripción minuciosa y fascinante de la alta sociedad neoyorquina de finales del siglo XIX. Un mundo apolillado en el que irrumpe una condesa europea osada y diferente que revolucionará las viejas costumbres de una familia con solera y en especial de un joven cuyo corazón está dividido. .

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5. Cumbres borrascosas, de Emily Brontë

Cumbres borrascosasRischgitz/Getty Images

El amor prohibido entre los hermanastros Catherine y Heathcliff se desboca en los sombríos páramos de Yorkshire, escenario de una de las novelas que con más certeza han narrado las pasiones humanas. Pero lo más admirable de esta historia es la biografía de su autora, que al igual que sus hermanas Charlotte y Anne creó un maravilloso mundo de ficción a pesar de que apenas tuvo vida social y murió muy joven.

 

6. Anna Karenina, de Leon Tolstoi

Anna KarerinaHulton Archive / Getty Images

Una de esas grandes novelas decimonónicas que se atrevieron a indagar en el alma femenina y escandalizar a la sociedad con una historia de adulterio que cuestionaba las instituciones que hacían funcionar a la sociedad, pero ahogaban a las personas y en especial a las mujeres.

 

7. Madame Bovary, de Gustave Flaubert

Madame BovaryGrant Faint / Getty Images

Al igual que la anterior, esta es la historia de una mujer, Emma Bovary, en lucha contra la losa de un matrimonio infeliz y unos sueños que chocan con la realidad, en unos tiempos en que no se suponía que las mujeres tuvieran que ser felices. El escritor Mario Vargas Llosa afirmó que se trata de una inigualable combinación de “cuatro grandes ríos”: rebeldía, violencia, melodrama y sexo.

8. Drácula, de Bram Stoker

DraculaHulton Archive / Getty Images

Ha pasado a la posteridad como una novella de terror… pero ah, incuestionablemente la más erótica historia de terror. Romántica, oscura, morbosa, su protagonista es un alma torturada, un vampiro sediento de amor y de vida.

 

Los puentes de MadisonGetty Images

A veces, el amor más bello es el que nunca se consuma. Así ocurre cuando se encuentran un ama de casa y un fotógrafo de edad madura, a quienes toma por sorpresa la intensidad de la atracción que brota entre ellos. Pero, a veces, no puede ser…

 

10. El Gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald

El gran GatsbyGeneral Photographic Agency

Un misterioso millonario, una bella mujer, una mansión a las afueras de Nueva York. Belleza, juventud, dinero, despreocupación. Y de fondo, una tristeza que fluye como un río subterráneo, desembocando en el fin de un sueño.

 

AMOR EN «FA» SOSTENIDO

 

 

POR CARLOS PRIETO (PINTOR)

Mi inspiración todavía caminaba con grilletes ebria de trementina y amor. Aplasté el pincel sobre los colores olvidados de mi paleta, terminando de darle forma a uno de mis enjutos personajes con ojillos empañados de dolor y absenta.
Mientras se derretía una lánguida melodía en fa sostenido del maestro Ludovico Eunaudi, acompañado de un triste y agonizante violín que humedecía esta mirada infiel alejándome de la realidad hasta una calle helada por el frío del amanecer, donde sólo podía escucharse el rodar de los coches que despertaban las calles y acunaban la luz de las farolas.
Ella rellenó su copa. Otra más. El bourbon ya sobrepasa el límite de la etiqueta Four Roses. El carmesí de sus labios vaciaba la cajetilla de Fortuna, encendiendo su primer cigarrillo con el fuego de sus ojos y tiñendo la boquilla de carmín y mentiras. Se tumbó sigilosa sobre la alfombra que reposaba a los pies de mi caballete. Se retorcía como una cascabel hambrienta. A ella no le importaba mancharse ese vestido tan sexy rojo picota.
Mis trazos sobre el lienzo empezaron a ser difusos, tanto como la descarada sonrisa con la que ella me miraba. Sus ojos de gata en celo brillaban entre las sombras, como sus pechos en carne viva, derritiendo con su aliento el papel pintado de mi taller. Su belleza era ambigua e inquietante. Caminaba hacia mí, felina, muda, sensual, maliciosa, desnuda… Esa falda ya no pertenecía a sus piernas, yacía a los pies de mi cama.
Volvió a rellenar su copa, escanciando el bourbon de la botella que estrangulaba con su mano, llenándolo hasta el borde, dejando caer unas gotas sobre la alfombra llena de manchas de pintura seca. Iba dando pequeños sorbos, sin dejar de mirarme, la escuché decir con la voz entrecortada. “¿Amor, …dónde estabas cuando más te necesitaba?”
Fue una pregunta que no obtuvo respuesta. Mi boca estaba seca. La pasión me dominaba. La conocía tan bien…, que no quise alentar pensamientos equivocados.
Llegó representando el papel de mujer mundana. Se fue acercando hacia mi gateando, envuelta en una aureola de perversión y deseo. “Acaríciame.”-me dijo-. Mientras humedecía la parte superior de sus labios con el filo de su lengua. Cogió mis manos y las puso sobre sus pechos, presionándolos con ternura. Su boca perversa, casi pegada a la mía, lamía mi oreja mientras me decía que me amaba.
Las palabras quedaron ausentes en mi paladar. El morbo se podía masticar.
Deslizó mi barbilla con uno de sus pulgares hasta la altura de sus retinas, mis pupilas iban archivando cada unos de sus movimientos tan sensuales; mientras tanto, las cerdas de mis pinceles se erizaban y la pintura impregnada en mi último lienzo se derretía. Empezó a besarme descontroladamente, retorciendo su pasión contra mi deseo, arañando mi espalda y mi corazón herido. Ella sabía que no era capaz de rendirme a sus encantos de “femme fatale” y le gustaba jugar conmigo a fuego lento.
La vi tumbarse en el camastro, invitándome a hacerlo junto a ella. En ese momento comprendí que las largas noches de insomnio, y los días de cientos de horas, ya no serían tan largos. Su cuerpo, atrevido, desafiante, con un lunar en forma de corazón bajo su rótula izquierda, dándole aún todavía más sentido a su belleza, reptaba por el mío escandalosamente, enroscándose cual serpiente hambrienta en un peregrinar sin metas posibles, asegurándome que sería la última vez que vendría a verme.
Sin embargo, por la mañana, mientras en la calle llovía melancolía, ella me despertó haciéndome el amor muy lentamente.
Pasión de una noche.
Pero en esta ocasión, su ausencia ya no me partió en mil pedazos el alma, porque la vi alejarse herida…
8 de Noviembre de 2013
Foto: Amor en Fa sostenidoPor: Carlos PrietoMi inspiración todavía caminaba con grilletes ebria de trementina y amor. Aplasté el pincel sobre los colores olvidados de mi paleta, terminando de darle forma a uno de mis enjutos personajes con ojillos empañados de dolor y absenta. Mientras se derretía una lánguida melodía en fa sostenido del maestro Ludovico Eunaudi, acompañado de un triste y agonizante violín que humedecía esta mirada infiel alejándome de la realidad hasta una calle helada por el frío del amanecer, donde sólo podía escucharse el rodar de los coches que despertaban las calles y acunaban la luz de las farolas.Ella rellenó su copa. Otra más. El bourbon ya sobrepasa el límite de la etiqueta Four Roses. El carmesí de sus labios vaciaba la cajetilla de Fortuna, encendiendo su primer cigarrillo con el fuego de sus ojos y tiñendo la boquilla de carmín y mentiras. Se tumbó sigilosa sobre la alfombra que reposaba a los pies de mi caballete. Se retorcía como una cascabel hambrienta. A ella no le importaba mancharse ese vestido tan sexy rojo picota. Mis trazos sobre el lienzo empezaron a ser difusos, tanto como la descarada sonrisa con la que ella me miraba. Sus ojos de gata en celo brillaban entre  las sombras, como sus pechos en carne viva, derritiendo con su aliento el papel pintado de mi taller. Su belleza era ambigua e inquietante. Caminaba hacia mí, felina, muda, sensual, maliciosa, desnuda… Esa falda ya no pertenecía a sus piernas, yacía a los pies de mi cama. Volvió a rellenar su copa, escanciando el bourbon de la botella que estrangulaba con su mano, llenándolo hasta el borde, dejando caer unas gotas sobre la alfombra llena de manchas de pintura seca. Iba dando pequeños sorbos, sin dejar de mirarme, la escuché decir con la voz entrecortada. “¿Amor, …dónde estabas cuando más te necesitaba?”Fue una pregunta que no obtuvo respuesta. Mi boca estaba seca. La pasión me dominaba. La conocía tan bien…, que no quise alentar pensamientos equivocados.Llegó representando el papel de mujer mundana. Se fue acercando hacia mi gateando, envuelta en una aureola de perversión y deseo. “Acaríciame.”-me dijo-. Mientras humedecía la parte superior de sus labios con el filo de su lengua. Cogió mis manos y las puso sobre sus pechos, presionándolos con ternura. Su boca perversa, casi pegada a la mía, lamía mi oreja mientras me decía que me amaba.  Las palabras quedaron ausentes en mi paladar. El morbo se podía masticar.Deslizó mi barbilla con uno de sus pulgares hasta la altura de sus retinas, mis pupilas iban archivando cada unos de sus movimientos tan sensuales; mientras tanto, las cerdas de mis pinceles se erizaban y la pintura impregnada en mi último lienzo se derretía. Empezó a besarme descontroladamente, retorciendo su pasión contra mi deseo, arañando mi espalda y mi corazón herido. Ella sabía que no era capaz de rendirme a sus encantos de “femme fatale” y le gustaba jugar conmigo a fuego lento.La vi tumbarse en el camastro, invitándome a hacerlo junto a ella. En ese momento comprendí que las largas noches de insomnio, y los días de cientos de horas, ya no serían tan largos. Su cuerpo, atrevido, desafiante, con un lunar en forma de corazón bajo su rótula izquierda, dándole aún todavía más sentido a su belleza, reptaba por el mío escandalosamente, enroscándose cual serpiente hambrienta en un peregrinar sin metas posibles, asegurándome que sería la última vez que vendría a verme.Sin embargo, por la mañana, mientras en la calle llovía melancolía, ella me despertó haciéndome el amor muy lentamente.Pasión de una noche. Pero en esta ocasión, su ausencia ya no me partió en mil pedazos el alma, porque la vi alejarse herida…                                 Noviembre 2013

Julia

14062013_articuloEn el artículo de esta semana me gustaría que conocierais un poco más a Julia. Para los que todavía no habéis leído la novela ‘Los atardeceres de Julia’, ella es la protagonista de esta historia de amor, sexo y tragedia.

Julia Maldonado es una mujer nacida en el seno de una familia adinerada de la alta sociedad mallorquina. Educada en las mejores escuelas y arropada siempre por su ‘tata’ Margarita, Julia creció bajo la sombra de una madre enferma y muy tradicional que planeó su vida hasta que logró casarla con un prometedor joven de su misma clase.

‘Desde que era niña, odiaba las reglas de la buena educación, el intercambio de visitas de cortesía de esas mujeres de mentalidad puritana que, sin saber lo que era el amor, aceptaban estoicamente un matrimonio impuesto por sus progenitores, sin tener nada que decir, porque su obligación era continuar con las tradiciones familiares.’

Julia Maldonado se casó a los diecinueve años con David Salgado, que era considerado un buen hombre y un buen partido. Tuvieron tres hijos y Julia siempre ha vivido por y para ellos, dejando de lado sus propios deseos, olvidándose en cierta manera de su papel de mujer.

‘Se sentía impotente al comprobar la insatisfacción que le producía su vida actual, y encubría sus carencias intentando aparentar serenidad delante de los demás. Pero su mayor anhelo sería poder abrirse al mundo de las emociones y de los sentimientos, esos que siempre le habían sido negados’

Al llegar a la madurez, Julia Maldonado siente haber perdido parte de su vida en vivir la de los demás y siente un deseo irrefrenable de dar un giro drástico en todos los aspectos. Es así como conoce a Javier Ortega, propietario de una prestigiosa clínica dental en Santander, y viudo desde hacía tres años. Julia y Javier se ven envueltos en un amor incontenible, profundo y carnal, que los llevará por los caminos más insospechados.

*Los atardeceres de Julia se puede comprar en los centros de El Corte Inglés de Palma de Mallorca y en otras librerías de la ciudad.­­