Los atardeceres de Julia

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   Una vida marcada por la infidelidad, el sexo, el amor y la tragedia. Una novela romántica, pero  cruda y    emotiva, donde se vivirán momentos de sexo explícito, sin tabúes. ¿Cuántas mujeres se verán retratadas en esta novela? Muchas, sin duda. ¿Y cuántos hombres descubrirán los sentimientos más íntimos de una mujer? Todos, tal vez. Aunque cambien las circunstancias sociales, o vivan en otros lugares, el relato presenta unas coordenadas existenciales claras y fácilmente extrapolables: matrimonio al que se llega casi por inercia y en el que no existe pasión. Vida sosegada, hijos estupendos, tranquilidad económica… Pero todos son logros y éxitos que no pueden ocultar el sinsentido de una vida que va transcurriendo vacía, hasta que Julia, en su madurez, tropieza con el amor verdadero, que es cuando, justamente, más se puede saborear y valorar en toda su dimensión. Porque hasta que no se tiene una edad con bastante recorrido, el alma y la piel no están preparadas para manifestar la profundidad de algunas emociones y pasiones.

Eso es lo que le sucede a la protagonista de esta historia: sencillamente, descubre el placer de sentirse viva, amar y ser amada cuando llega a esa época de su vida. A lo largo de esta novela se van sucediendo diversas tragedias que tienen que ver entre sí, y que encogerán el alma del lector. Porque no olvidemos que, en los cuentos literariamente decentes, no siempre se puede acabar “siendo felices y comiendo perdices”.

 

A CONTINUACIÓN PODRÉIS LEER ALGUNOS PÁRRAFOS DE LA NOVELA, QUE TE LLEVARÁN A CONOCER  UN POCO MEJOR A SUS PROTAGONISTAS PRINCIPALES. 

 

 

Como muchos otros atardeceres, Julia Maldonado caminó con paso lento por el jardín de su finca hacia los acantilados. Allí, en su rincón peferido, se sentaba en su viejo banco y dejaba vagar su imaginación.

 

Allí se refugiaba muchas tardes observando como las gaviotas,entre chillidos,
planeaban con las alas extendidas atraídas por el olor de los peces.
El atardecer era la mejor hora del día para pasear la vista hasta hasta llenarse de armonía y belleza,
comtemplando como las aguas del Mediterráneo se iban uniendo lentamente a un cielo azul rosáceo,
para terminar fundiéndose en un abrazo.
Julia cerraba los ojos unos minutos para, al abrirlos de nuevo, comprobar como se había apagado la luz del día para dar paso a una noche llena de lunas cambiantes, de sombras y de luces.
Necesitaba abrirse como un abanico a las diversas emociones que su corazón le pedía cada vez con más intensidad.
A veces se sentía invadida por una extraña mezcla de sensaciones: ahogo, turbación, desconcierto…, que se traducían en un extraño calor en su sexo, transportándola a un estado entre el tormento y el éxtasis. Le gustaría poder cerrar los ojos y volar tras sus sueños…
Un día, el destino, o la casualidad, hizo que conociera a un hombre vía internet. Y sin apenas darse cuenta, se fue iniciando una simpática y entrañable amistad
que, poco a poco les fue envolviendo en sentimientos más profundos.
Sus mensajes diarios les fueron llevando a confesarse sus vidas, sus pesares, sus anhelos… Hasta que llegó el día que necesitaban conocer el timbre de su voz.
Javier le propuso hablar por teléfono, a lo que Julia, pese a desearlo con toda el alma, la prudencia le decía que no debía hacerlo. Era una mujer casada, y ya había traspasado los límites de lo correctamente aceptado, enviando y recibiendo mensajes de un desconocido cada día.
Pero ambos necesitaban saber más el el uno del otro. Así, unos de los días en los que su marido salía a uno de sus largos viejes de trabajo, Julia aceptó esa llamada telefónica.
La primera conversación que mantuvieron la desconcertó.
La voz  de Javier le sonaba próxima, masculina, sensual, cómplice…
Por su parte, él era consciente de su aturdimiento y nerviosismo,
lo que le llevó a bromear hasta que ella no pudo contener la risa.

 

¿Y si eran las caricias de otro hombre lo que le estaba perturbando desdde hacía tiempo? -se preguntó inquieta-.
¿Y si era eso lo que su cuerpo le pedía cada vez con más intensidad,
sin que hubiera llegado a comprender qué era exactamente lo que le consumía las entrañas?
El deseo de verse cara a cara, de mirarse directamente a los ojos y poder tocarse las manos, llevó a Javier a dar el primer paso pidiéndole una cita.
Julia no se atrevió a contestarle, aunque no dejó de pensar en ello.
El taxi la dejó en la puerta, y estuvo unos minutos sin atreverse a tocar el timbre.
Su corazón galopaba dentro del pecho…
Cuando se vieron frente a frente, sobraron las palabras.
Un abrazo mudo, lleno de pasión, les unió durante minutos interminables.
Sin apenas darse cuenta, unos segundos después, estaban los dos desnudos, tumbados sobre las alfombras,
rodeados de cojines y sintiendo el calor del fuego sobre sus cuerpos.
«No dejes de besarme. Demuéstrame que este momento es real.»
Lentamente los suspiros de ambos se conviertieron en jadeos,
desatándose una pasión imposible de controlar.
¡Qué importaba que el mundo se detuviera en ese instante!
Separaron sus cabezas, se sostuvieron las miradas notando sus ojos húmedos por la emoción
de ese momento tan deseado.
Unieron sus labios suavemente, sólo los rozaron, para volver a fijar sus miradas,
pero sus bocas se reclamaban y sucumbieron a un beso lleno de deseo.
Julia se acopló a los labios de Javier, sintiendo como su lengua encendía
todas sus terminaciones nerviosas, como la sangre le bombeaba las sienes
y el corazón parecía querer estallar dentro del pecho.
Mientras, un extraño hormigueo le recorría todo el cuerpo,
a la vez que los músculos de su sexo se contraían inexplicablemente.
Julia no estaba acostumbrada a que unas caricias le hicieran perder la conciencia, y deseaba fundirse con Javier en un solo cuerpo. Las velas estaban casi consumidas, y los troncos de la chimenea se habían convertido en ascuas. La pasión desatada era cada vez más intensa. Necesitaban prolongar ese primer encuentro con el que tanto habían soñado, por lo que no tenían prisa en descubrir hasta el rincón más íntima de sus cuerpos.
Una explosión de placeres sin límites la dejó sin fuerzas. Tenía los ojos entornados, el cuerpo perlado de sudor y la respiración acelerada por aquel huracán de pasiones que se había desatado en su interior y que seguían colvulsionando su cuerpo. Mientras, Javier, la miraba ensimismado viéndola retorcerse de gozo.
Javier se inclinó suavemente sobre ella, dejando que la yema de sus dedos emprendieran
un viaje sin prisas a través de ese cuerpo que tanto ansiaba desde hacía varios meses.
Ella, desde el primer contacto, siente un deseo incontrolado que la envuelve.
Se sostienen la mirada con los ojos encendidos de pasión, mientras que sus bocas,
separadas por escasos milímetros, se roban el aliento. Su pulso se acelera por instantes…

A partir de ahí, como la lengua de Javier es sabia, y conoce los puntos débiles
de la mujer que ama, deja que se deslice a lo largo de su cuerpo hasta ver como
se retuerce de gozo entre las sábanas.
Tras unos minutos de lentas y agónicas caricias, Julia empieza a convulsionar
sin poder resistirlo, pero Javier sigue el peregrinar de su boca por su cuerpo,
enardecido de pasión, y ávido por enredarse con el de su amante.

 

Tras su segundo encuentro con Javier en la sierra, regresó a Mallorca con la tristeza reflejada en su rostro. Llena de dudas, sin poder razonar coherentemente, decidió pasear por el jardín de su casa y ver los últimos rayos de sol sentada frente al mar, intentanto ordenar los pensamientos que la atormentaban. La situación que estaba viviendo no la dejaban pensar con claridad. Tenía que armarse de valor y confesarle a su marido lo que estaba sucediendo, que amaba a otro hombre, y que deseaba pasar el resto de su vida junto a él. David no se merecía que le estuviera engañando, le quería, era su esposo, su amigo de toda la vida, un buen hombre, pero su corazón no le perteneció nunca…
Cuando Julia se apeó del coche en la puerta de su casa, le pareció escuchar el llanto silenciosode la niebla, el mismo que la había acompañado desde que se separó de Javier. Subió a su dormitorio y se tumbó en la cama. Le encogía el corazón pensar que no sabía cuando volvería a verle. No pudo evitar volver a emocionarse de nuevo, dejando que los ojos se llenasende lágrimas.
No sabía si eran de dolor por la vida que le había tocado vivir, o de felicidad por la que acababa de descubrir.
El sonido del móvil la sacó de sus ensoñaciones. Sobresaltada, sin saber muy bien donde se encontraba, buscó vacilante el teléfono dentro del bolso. La voz de Javier la devolvió a la realidad. -Buenos días, princesa. ¿Cómo has dormido? Julia tuvo la sensación de sentir el aliento de Javier en su piel, como si éste volcara su cálida y sensual voz en su oído, tal y como la había sentido tan solo unas horas antes.
Julia comprendió que no podía esconder por más tiempo esa situación. Amaba profundamente a Javier, pero su marido era un buen hombre,y no se merecía que le estuviera engañando con otro. Nunca podía haberse imaginado que pudiera ocurrirle algo parecido en su vida.
En su familia siempre habían seguido las reglas establecidas: matrimonio, hijos, educación, respeto…
«Tengo que contárselo a David» -se dijo-. ¡No se lo merece! Ya no puedo mantener este doble juego que no beneficia a ningno de los tres.
La inquietud que se reflejaba en el rostro de David era ya más que evidente. Su cara parecía desencajada, y sus ojos estaban brillantes, expectantes.En realidad no podía imaginarse qué era eso tan importante que tenía que contarle su mujer, a la que veía distinta y, desde luego, muy contundente en lo que tuviera que exponerle;por lo que presentía que, fuera lo que fuese, podía dar un vuelco a sus vidas.

 

La cara de David se iba descomponiendo por segundos. Escuchaba a su mujer, pero le parecía estar oyendo a otra persona. Tenía la sensación de que sus palabras estaban dictadas por alguien, y no podía creer que quien le hablaba fuera su esposa. Era imposible que después de casi 30 años de convivencia, no reconociera a la mujer que le hablaba de pesadumbres. La miraba y le parecía una extraña. Jamás pensó que pudiera sentirse como le estaba confesando. (Los atardeceres de Julia)
David se levantó nervioso del sillón y acercó la botella de vino a la mesa. Volvió a servir a su mujer, vertiéndo el resto en su copa hasta casi llenarla. No entendía a qué cuento venía lo que le estaba diciendo, pero intuía que la conversación sería larga y profunda.
Julia hizo una pausa intentando medir bien sus palabras. Obsevó que David se había levantado y paseaba de un lado a otro de la sala, como ausente, con la copa en la mano, y la segunda botella medio vacía en la otra. Al rato se desplomó sobre el sofá y hundió la cabeza entre su manos.
David,con el semblante completamente desencajado, se acercó de nuevo al mueble bar, sacó otra botella de vino y la descorchó llenando su copa. Permaneció en silencio durante unos minutos, mientras Julia, consciente del aturdimiento de su marido, comenzó a notar un sudor frío.
Totalmente derrotado, David dejó caer al suelo, apoyando la espalda en el sofá. Sus ojos estaban inundados de lágrimas que, sin importarle mostrar su debilidad, dejaba deslizar por su rostro. Julia, angustiada, pués jamás había visto llorar a su marido, dejó que se prolongara el silencio que se había adueñado de la sala.
Tras la larga y triste conversación que mantuvo el matrimonio, Julia se retiró a su dormitorio. Al rato, sin poder conciliar el sueño, bajó a por un vaso de agua y un par de aspirinas que le ayudaran a quitar el terrible dolor de cabeza que le había producido tan angustioso momento. Al pasar por delante del salón, vió a David con una copa en la mano. Hasta la luna se había escondido detrás de alguna nube para no iluminar la tristeza del hombre, que apoyaba la cabeza en los cristales para no perder el equilibrio.
Julia les habla a sus hijas de sus sentimientos.
«Una pareja debe ir descubriendo cosas nuevas cada día en sus relaciones sexuales. Sabéis que vuestro padre y yo nos conocíamos desde niños. Nunca fuimos añadiendo algo de fantasía, y terminamos cayendo en la monotonía, en una rutina sin retorno posible. Jamás existió pasión entre nosotros, ni siquiera cuando contrajimos matrimonio. Y, os diré más, nunca llegué a experimentar un orgasmo con él. Y me duele, y me incomoda más si cabe, tener que explicaros estas cosas, pero ya sois adultas, y podéis entender a qué me estoy refiriendo.» (Los atardeceres de Julia)
Una vez expuesto todo lo que sentía que debía explicar a sus hijas, Julia suspiró aliviada. Elena y Olga se miraban entendiendo el dolor que se desprendía de las palabras de su madre tras abrirles su corazón, y explicarles como se había sentido durante tantos años junto al hombre al que nunca había amado. (Los atardeceres de Julia)

 

 

Tras muchos meses sin saber deonde se encontraba David, por fin Julia recibió una larguísima carta de su esposo.
«…En cuanto a ti, sea lo que sea que estés buscando en la vida,
esa vida nueva que tanto deseas experimentar, espero que la encuentres.
Hubiera sido muy cruel tener que pasar por todo este calvario sin que
llegases a sentirte bien contigo misma.
Si un día andas perdida en ese paraíso soñado,
sabes que en mí siempre tendrás el apoyo que puedas necesitar.
Yo viviré de buenos recuerdos. Y espero que tú vivas un presente
y un futuro más prometedor del que hasta ahora has sentido a mi lado.
Por muy grande que sea la herida que llevo en mi corazón, quiero que
sepas que no te guardo rencor. Me he dado cuenta que es mejor vivir
una verdad, por muy dura que sea, que vivir en una mentira.
Lo único que te pido es que hagas un esfuerzo por encontrarte a ti misma,
y te obligues a ser feliz.»
Unas semanas después del amargo episodio con su marido,
Julia pensó que ya era el momento de comenzar a organizar su nueva vida.
Llamó a Javier para excusarse por no haberle llamado durante los angustiosos
días en los que estuvo sumida en la desesperación, por no saber donde podía
encontrarse David, y se citaron en su refugio de Navacerrada para hablar sobre su futuro.

 

Allá, donde tú me lleves…
Y, como se suele decir, «HASTA AQUÍ SE PUEDE LEER».
Tras estas breves pinceladas que os he ido desgranando sobre esta novela:
una historia de amor, sexo explícito y tragedia, cruda y emotiva, que cautivará a mujeres y hombres;
sencilla de leer, que te atrapa hasta la última página, que te emocionará hasta no poder evitar las lágrimas,
que te excitará en algunos momentos, y que se te formará un nudo en la garganta en muchos otros,
que te hará identificarte con alguno de sus personajes…,
te quedan muchas cosas por saber sobre LOS ATARDECERES DE JULIA.
Creo que no debes perdértela.                                                                                                                                                                                           Hasta que la muerte nos separe…