A pesar de ser una brillante psicóloga, Laura Medina no puede superar los traumas de su propio pasado, repleto de malos tratos y violencia habitual en el ambiente familiar. Esos recuerdos, y el contacto con la cruda realidad personal de los reclusos del centro penitenciario donde trabaja, le generan una continua depresión, y la introducen en un bucle de crisis personal profunda y autodestructiva.
En su interior se manifiesta una continua lucha interna, ética y moral, avivada por la incapacidad de separar su vida privada de la profesional. No obstante, es su experiencia con los internos la que le permite confrontar sus sombras con las ajenas, en un ambiente crudo, brutal a veces, donde las mascaras caen y solo queda la verdad desnuda.
El cansancio ante una vida falta de estímulos, y la sucesión de nuevos acontecimientos, le incitan a replantearse una existencia diferente.