El arte de escribir

Cualquiera que haya tenido la ocasión de sentarse a escribir frente a un papel en blanco se habrá dado cuenta de la dificultad que ello conlleva. La profesión de escritor, guionista o periodista entraña una dificultad e implica tal pasión que no es apta para todos los públicos.

El que se dedica a escribir debe ser, ante todo, un amante de las historias. El periodista las relata, el guionista las pone en imágenes y el escritor les da forma a base de mucha imaginación. Ese el quid de la cuestión, la capacidad de generar historias en nuestra mente, aunque no solo eso, sino que sin gran esfuerzo, dedicación y organización, un proyecto literario no va a llegar a buen puerto. Aunque suene a tópico, al escritor le debe gustar escribir. Es más, debe ser su mayor pasión, su relación amor-odio.

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El síndrome de la hoja en blanco asusta y puede llevar a la papelera a más de una historia. Sin embargo, al sentarse frente a el papel, el escritor lo primero que se pregunta es ‘¿qué quiero contar?’. Toda novela tiene un fin en sí misma, una idea que transmitir y si se tiene claro eso, ya está abierto el camino. El resto es un sinfín de pasos que se resumen en definir la historia, el tema y a los principales personajes y sus tramas. Suele pasar que muchas veces aparece antes el personaje que la historia, aunque en este sentido el orden de los factores no altera el producto.

La definición de los personajes, tanto física como psíquicamente, es el punto de partida básico y uno de los pilares más importantes de una historia. Como sucede en la vida real, que las historias no son nada sin las personas, que somos nosotros los que vamos creando el camino.