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Hablemos de mi época de azafata de vuelo.

Me encanta recibir en Facebook recuerdos de fotos de mi época de azafata. Años memorables, cuando a las tripulaciones se nos miraba en los aeropuertos como actores de Hollywood e, incluso, nos pedían autógrafos. Éramos muchos menos, y se nos veía mucho más. Las compañías aéreas exigían cultura superior y un buen físico a la tripulación auxiliar. La preparación que nos impartían era modélica, y debías superarla con buenas notas, para que el trato hacia el pasaje fuese exquisito.

Ahora todo está masificado en todos los aspectos, y nada tiene que ver con lo que yo viví. Nunca podré olvidar aquellos años en los que tanto aprendí, obligándome a madurar, pues tenía que solventarme sola cualquier contratiempo, tomar determinaciones más o menos importantes al vivir sola, lejos de mi familia (ellos en Madrid y yo en Palma de Mallorca y Las Palmas de Gran Canaria), y aprendiendo a manejar desde entonces mi vida, mi primer matrimonio, mi separación con una hija de dos años, en la búsqueda de nuevos trabajos, mi segundo matrimonio, un nuevo hijo, trabajar como periodista en periódico local (Última Hora), en radio Popular (hoy Onda Cero), en publicidad, organización de eventos… y un largo etc. Han pasado tantas cosas en mi vida desde que me examiné «asustada» para lograr el sueño de mi vida: ser azafata de vuelo, que jamás pensé que me pudiera con todo ello. Ahora, ya con cinco nietos, solo me queda dar las gracias a la vida, que me ha dado y enseñado tanto.

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