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Hablemos de «DON ISIDORO»
«-¡Heee, muchachas! ¿Habéis venido a cotorrear, o a ver si ya he estirado la pata? –preguntó desde la cama don Isidoro tratando de incorporarse.
Las dos se levantaron a la vez para ayudar al viejo, que le costaba trabajo sentarse.
-¿Cómo se encuentra? –le preguntó Pepa-. ¡Menudo susto nos ha dado a todos!
-No hay que preocuparse. Ya ha pasado. Solo ha sido un resfriado fuerte y nada más. Bueno sí, han ayudado los años que tengo y, por eso, enseguida todo el mundo se pone alerta. ¡El pobre viejo se está muriendo! Lo que pasa es que a los médicos les gusta mucho exagerar. Quiero ahorrarme la agonía de una muerte lenta, así que el día que tenga que marcharme de este mundo, me iré de repente, sin sobresaltos para nadie. No dará tiempo ni para decir adiós. Una mañana no me levantaré y ¡chin pún! Pero, por ahora, no tengo ningún interés en abandonar esta vida y, como habréis visto, le acabo de dar un puntapié a la muerte, pese a lo que todos pensaban. Aunque sé que mi tiempo ya es escaso y siento que mi alma tiene prisa por salir de este viejo cuerpo, deseo seguir viviendo con intensidad lo que me quede. Me encuentro mejor que nunca. Los viejos que, como yo, no tenemos nada en la vida, ni siquiera tiempo, el que nos queda lo sabemos disfrutar mejor que nadie.»