Después de haber leído Los atardeceres de Julia y Don Isidoro, dos novelas bien distintas y, al mismo tiempo, magistrales, esperaba con expectación esta nueva obra de la autora. No me ha decepcionado, aunque empieza lenta, a medida que se avanza en sus páginas uno va quedando atrapado. A veces novela romántica, a veces novela de denuncia social y en general un drama, también es capaz de arrancarnos sonrisas. El lenguaje, como siempre hace la autora, es realista y adecuado, lejos de los cursilísimos a que últimamente algunas tendencias literarias nos quieren llevar.
La autora nos lleva con su extraordinaria prosa ágil, fluida y limpia al infierno de las vivencias de las prisiones y de la violencia domestica de una forma cruda y realista, de ahí que sea una novela para leer despacio, de forma que p
odamos apreciar todos sus matices, aunque es verdad que la autora nos da un respiro de cuando en cuando. El final se precipita de una forma que deja al lector con ganas de más.
Me ha gustado mucho. La recomiendo.