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Más sobre «Los atardeceres de Julia»
Javier introdujo la mano en el bolsillo de su pantalón, sacó una pequeña caja de terciopelo rojo y la abrió, mostrándole a Julia un precioso anillo de platino con una impresionante brillante que la hizo enmudecer.
Ella le miró con los ojos inundados de lágrimas de emoción.
-¿Quieres casarte conmigo, Julia? -le preguntó con cierta solemnidad, a la vez que sus dedos retiraban las lágrimas que corrían por su rostro.
-¡Naturalmente que si, mi vida! -musitó mirándole fijamente a los ojos.
Ambos se fundieron en un interminable abrazo y, cogidos de la mano, subieron las escaleras hasta el dormitorio.
Allí se estuvieron amando, hasta que la luz del alba comenzó a entrar silenciosamente entre las cortinas.