Entrevista a Mario Conde

Captura de pantalla 2014-01-22 a la(s) 18.58.38ESPAÑA SE ARREGLA TENIENDO UN PLAN DE NACIÓN

C.V.S.- Todo el mundo habla de la crisis, pero no son pocos los que dicen que afecta solo a los sectores más desfavorecidos. ¿Es eso cierto?

M. C.- Yo creo que no, que todos nos vemos afectados. Incluso más: uno de los aspectos más peligrosos de esta crisis es que está destrozando las clases medias que son las que aportan estabilidad a una sociedad. Siempre hay clases privilegiadas que la sufren menos, porque tienen más recursos, y como es natural en plena crisis hay gente que gana dine- ro, que hace verdaderas fortunas, en unos casos legítimamente y en otros menos, aprovechándose de la penuria y de los más necesitados, lo cual es especialmente sangrante.

C.V.S.- Bien, pero no me negará que las clases poderosas que tienen sus dineros a buen recaudo en paraísos fiscales pueden sobrevivir mejor, ¿no?

M.C.- Sí, claro, sin duda. Pero eso sucede en tiempos de crisis y de bonanzas. Hay que darse cuenta de que cuando los Estados crean sistemas impositivos excesivos la gente tiende a evadirlos porque cree que son confiscatorios.

C.V.S.- Bueno, ya, pero no solo es eso, la avaricia también cuenta, ¿no?

M.C.- Sí, la avaricia y el cinismo, porque impresiona ver que los países que crean sistemas tributarios pro- gresistas generan a su vez sus propios paraísos, como las Islas Caimán, las Islas del Canal, Hong Kong, Madeira, las Antillas Holandesas…, en fin, hay mucho de cinismo. Así que entre el cinismo de algunos Estados, la avaricia de los que solo piensan en acumular y la astucia de ciertos banqueros, se confecciona esta situación.

C.V.S.- Hablando de modos de pensar, ¿la crisis de España es más cultural o económica?

M.C.- Es global. Cultural, identitaria, espiritual, política… La económica es solo una consecuencia derivada. En 1978 se instaló un sistema de poder que yo tuve ocasión de conocer y vivir –incluso de sufrir– durante mis años de experiencia en Banesto. En 1994 lo expuse en mi libro «El sistema», mi experiencia del poder. Allí no solo describí el Sistema, sino que traje a la luz las líneas de tendencia inexorables si no se ponía remedio a lo que vislumbraba con claridad. A día de hoy se comprueba, desgraciadamente, el acierto de ese libro. El Sistema en su conjunto se ha resquebrajado. Es necesario reconstruir un nuevo modelo de convivencia y eso indefectiblemente pasa por una reforma constitucional muy profunda. Cuando eso dije en 1994 me llamaron de todo. Hoy muchos lo ven más claro.

C.V.S.- Entonces, no es algo cíclico, de coyuntura, sino de un modelo agotado. ¿Se refiere usted a una crisis del capitalismo? ¿Es eso?

M.C.- Vamos a ver, a estas alturas de la humanidad ya está claro que los modelos colectivistas que nie- gan al individuo, a la propiedad y a la empresa privada no solo no funcionan, sino que conducen al desastre más absoluto. Eso lo tengo claro.

C.V.S.- Bien, pero ¿lo que tenemos no le parece un desastre? ¿No le parece lamentable una situación en la que se están perdiendo conquistas sociales?

M.C.- Por supuesto, pero antes que nada, cuidado con eso de las conquistas sociales. Solo es verdadera conquista lo que se puede mantener, financiar con recursos de la sociedad. Lo demás son espe- jismos, y esas cosas salen muy caras. En realidad hemos vivido un falso estado de bienestar en mu- chos casos, sencillamente porque no lo podíamos pagar y ahora hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre. Y los políticos no lo hacen porque viven del voto y por un voto son capaces de lo que sea, desde luego de engañar con sus programas electorales.

C.V.S.- Pues ya que quiere llamar a las cosas por su nombre, ¿cómo le llama usted a los banqueros y a los que comercializaron preferentes?

M.C.- Mire usted: lo que ha fracaso es el capitalismo financiero, no la economía de mercado.

C.V.S.- ¿Me lo puede explicar más claro?

M.C.- Con mucho gusto, porque es una de mis cuestiones predilectas. El mundo necesita creadores de riqueza, empresarios, personas que generen eso que llamo economía real. Durante años los banqueros se limitaban a hacer circular el dinero, la sangre del Sistema, desde los ahorradores a los inversores, a los creadores, por eso se les llamaba intermediarios financieros. Esa era su misión. Pero poco a poco se han ido convirtiendo en más po-derosos y encima nosotros, sin darnos cuenta de lo que hacíamos, hemos fomentado las fusiones a gran escala, y hemos pasado de un capitalismo de creadores de riqueza a un capitalismo financiero que ha acabado por ahogar a la economía real.

C.V.S.- O sea, que la banca alejada de la economía real no crea para usted riqueza.

M.C.- Para mí y para los que conocen ese mundo por dentro. Claro que no. No hay nada más falso que hablar de riqueza financiera. Son productos virtuales que acaban conduciendo a un mal terrible: la especulación por la especulación. Vivimos un mundo en el que se especula hasta con los índices de bolsa y eso no tiene el menor sentido. Hay que poner freno a los inventos financieros, a la especulación, y volver a volcarse en la economía real.

C.V.S.- Pero ¿no nos enseñaron que la especulación era algo esencial en la economía de mercado?

M.C.- Quien explicara eso no sabía muy bien diferenciar. Los mercados de futuros nacen para estabilizar precios de materias primas, por ejemplo, para que los empresarios del sector real puedan trabajar con precios estables, no para ponerse a apostar fortunas por las buenas y las malas sobre el futuro del cobre, el oro, la plata o el zinc. Eso es inevitable como consecuencia derivada del mercado de futuros, pero no debería ser un fin en sí mismo, ni tampoco potenciarlo como se hace con la especulación financiera.

C.V.S.- ¿Y la Bolsa no es especular?

M.C.- Pues es lo mismo que le digo. La Bolsa nace para poder tener acceso al mercado de capitales, para poder financiarse al margen de los bancos. Luego viene la especulación hasta el punto de que se producen situaciones aberrantes de modo que empresas que van bien bajan en bolsa y empresas- burbuja que venden humo ascienden en flecha y claro, acaban causando daños a los inversores.

C.V.S.- ¿Inversores o accionistas?

M.C.- Esta es otra. Antes existían los accionistas, preocupados e interesados en el futuro de su empresa. Ahora solo hay inversores-especuladores a los que les interesa que suba el valor comprado como sea aun a costa de que la empresa vaya mal. Pan para hoy para el especulador y miseria para la empresa en el mañana. Esto sencillamente no puede ser. Y cuando los ejecutivos de empresas financieras y no financieras piensan más en ellos, en sus bonus, en sus pensiones que en la propia empresa, mal asunto. Eso está demoliendo el sistema de econo- mía de mercado.

C.V.S.- Pero se ha escabullido usted y no me dice como llama a esos banqueros…

M.C.- Pues le diré que hemos asistido a una gigantesca estafa en este país. ¿Le parece poco adecuado el nombre? Pues es lo que es. Tras las preferentes se esconde una gran estafa. Hemos tenido que aportar la brutalidad de sesenta mil millones de euros para tapar agujeros de otros, y no agujeros contables de los que se remedian, sino de los que no tiene solución. Y ese dinero lo ponemos todos, diga lo que diga el gobierno. Y no ha pasado nada. Mejor dicho, sí que pasa, que ponemos el dinero y los bancos y cajas a los que se lo damos ejecutan los desahucios y se niegan a prestar a las Pymes, causando la tragedia que sabemos: más de seiscientas mil empresas han desparecido.

C.V.S.- Pero no todas por la banca, ¿o es que no hay en España malos empresarios?

M.C.- Por supuesto. En España y en China. Pero también es verdad que muchas empresas que podían haber subsistido resulta que se les ha cortado el circu- lante de la noche a la mañana y han tenido que cerrar. ¿De dónde viene el paro si no es del cierre de empresas?


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C.V.S.- Bien, pero también debemos los españoles admitir una lección de humildad. Hemos vivido en Jauja.

M.C.- Unos en más Jauja que otros. No todos han despilfarrado. Muchos han sido previsores. Por eso pagan justos por pecadores…

C.V.S.- ¿Usted tiene un diagnóstico para la crisis?

M.C.- Está claro. Nosotros nos hemos gastado un dinero que no hemos ganado. Hemos vivido del ahorro de los europeos, básicamente, y hasta de los chinos. Y cuando tú te gastas un dinero que no tienes lo que debes hacer es ganarlo para pagar lo que de- bes. La economía española tiene una deuda enor- me. La privada de familia y empresas está bajan- do pero la deuda pública sigue subiendo y así mal asunto…

C.V.S.- ¿Qué culpa tiene el euro en esto? ¿Fue un error? ¿Es posible el entendimiento entre países tan diferentes?

M.C.- El modo de implantarse el euro fue obviamente un grave error. Solo tres personas lo advertimos en España, y nos tacharon de todo. A los españoles nos trataron como europeos de tercera división en el proceso de la UE, durante el proceso de integración. El problema es que ahora deshacer el camino es muy pero que muy complicado. Pero algo hay que hacer porque esta situación está llevando a España más allá del límite de resistencia. Tene- mos que redefinir nuestra incardinación en el mo- delo de la UE. No podemos seguir con un euro que cuesta distinto a los alemanes que a los españoles, porque eso lastra nuestra competitividad. Sin un BCE que sea de verdad prestamista de última instancia… En fin, redefinir el modelo. Curiosamente, los países no integrados en el euro tienen menos problemas económicos y financieros a día de hoy.

C.V.S.- Cambio de tercio, ¿hay que reformar la Constitución del 78?

M.C.- Claro que hay que ir a una reforma constitucional. No hay más remedio. El mito de que las constituciones no se pueden reformar es mentira. Si hay algún país en la historia que haya dicho que la Constitución se puede reformar, esos son los an- glosajones. Porque no la tienen. Son capaces de transformarte la carta de Juan Sin Tierra de 1215,
que era una carta en defensa de los nobles y de la propiedad de sus tierras frente al rey, en una carta en defensa de la burguesía.
Nosotros hicimos una Constitución en 1978, cuando la cosa estaba muy complicada. El Sistema se había extinguido de la única manera que se puede extinguir: desde dentro. Por eso, para terminar con el Movimiento se nombró jefe del aparato al ministro secretario general del Movimiento, Adolfo Suárez. Y como hubo que hacer muchas transacciones, esa Constitución nació vieja. ¡Pero bueno! Había que moverse y avanzar. Claro que el traje era muy estrecho, pero dio para ir andando. En este tiempo se han producido dos cosas: la sociedad española ha engordado y el traje se ha ido deteriorando. Hay que plantearse la estructura del Estado de nuevo, porque aquello fue un empaste con el que salir de la dictadura y no pensar en el modelo de paz.

C.V.S.- ¿Qué cambios cree que hay que hacer?

M.C.- Hay que plantearse el modelo territorial y la forma de Estado. Por ejemplo, hay muchísima gente que no entiende qué papel cumple aquí la monarquía de cara al futuro. Sí sabemos el que cumplió en el pasado, ¿pero de cara al futuro? ¿Por qué? Eso de la transmisión hereditaria… Y hay que conseguir que la sociedad vuelva a ser la dueña de su destino y no solo los empleados de una casta política.

C.V.S.- ¿República?

M.C.- ¿No es República lo que hay en Francia, Italia, Suiza, Alemania, EE.UU….? ¿Es que nosotros somos genéticamente diferentes? ¿Es que acaso no podemos vivir como viven pueblos civilizados en el mundo?

C.V.S.- Pero Suecia, Dinamarca, Noruega, Inglaterra son monarquías.

M.C.- Más nominales que otra cosa… Desde luego en los países nórdicos sin el menor poder real. Por eso siempre digo que una cosa es mi aproximación inte- lectual y otra la conveniencia de mi país. Soy antes español que monárquico o republicano: la Monar- quía o la República deben estar al servicio de España y no al revés.
C.V.S.- ¿Me dice usted como se arregla España?
Pues primero no dudando de ella, como hacen los separatistas mintiendo en la Historia. Teniendo un Plan de Nación. Después saber quienes somos y qué  podemos aportar al mundo en términos de país. En qué sectores de nuestra vida tenemos ventaja competitiva.

Captura de pantalla 2014-01-22 a la(s) 18.58.53A continuación recuperando vocaciones empresariales. A continuación creando empresas rentables. A continuación definiendo el papel del Estado, que se dedique a lo que debe y no se meta donde no le llaman. A continuación ofreciendo a la gente seguridad jurídica y para eso hay que reforma la Justicia. A continuación poniendo los impuestos al servicio de la creación de riqueza y no de su destrucción. A continuación decirles a los banqueros que vuelvan su oficio de siempre y que dejen de manipular la economía con la especulación. A continuación poniendo a la cla- se política en su sitios y recuperando nosotros, la sociedad, el poder de decidir nuestro futuro por nosotros mismos. A continuación reformando la educación para volver a inculcar los valores que hacen un país grande… en fin, no es tan difícil. Lo que pasa es que hay que darle la vuelta a las cosas.

C.V.S.- Uff… si quiere hacer eso me temo va a tener que meter a gente en la cárcel…

M.C.- No lo deseo para nadie, salvo para asesinos, violadores y demás depredadores de la vida y la libertad. Pero le digo una cosa: mientras algunos jueces y fiscales sigan haciendo lo que hacen y no se les condene a la cárcel por enviar a ella a quienes no lo merecen, o por quitarles sus bienes o liber- tad, mientras no suceda lo que tiene que suceder, no reformaremos la Justicia adecuadamente.

C.V.S.- Ya veo, ya… Bien, ¿y por Mallorca?

M.C.- Pues ya he dicho muchas veces que Mallorca es mi segunda patria. Llegue aquí en el 1973… y tengo amigos que son como hermanos en esta isla. La quiero mucho. Y no lo digo por decir, sino porque es verdad.

C.V.S.- La querrá mucho, pero viene poco.

M.C.- Bueno es que ahora vivo en Galicia la mayor parte de mi tiempo. Pero cada vez que puedo vengo y no necesito más que una excusa. Mire, hay dos sitios en los que al llegar huelo la tierra como si yo fuera de ella. Uno es Galicia. El otro es Mallorca. Los gallegos tenemos una relación telúrica con nuestra Madre Tierra y he apreciado que en el norte de la Isla, en mi querida Pollensa, hay más similitudes de carácter con los gallegos del centro de las que imagina.

Celia Velasco-Saorí  (Escritora)