Mujeres en la sombra contra viento y marea

invierno en mallorcaLa diferencia entre hombres y mujeres puede parecer un tema demasiado manido, sin embargo, como escritora, me siento identificada con el trabajo de todas aquellas que luchan por ser iguales.

El oficio de escritor, como tantos otros, ha sido considerado durante mucho tiempo como un trabajo de hombres. Ejemplo de ello, es la larga lista de mujeres escritoras que se vieron obligadas a renunciar a su identidad y que escribían bajo un falso pseudónimo masculino. Amandine Aurore Lucile Dupin (George Sand), Charlotte, Emily y Anne Brönte (Currer, Ellis y Acton Bell) o Caterina Albert (Víctor Català) son algunas de las heroínas literarias que tuvieron que recurrir a un nombre de hombre para poder publicar sus obras.

Caterina Albert – o Víctor Català si lo prefieren – sufrió los desprecios de las editoriales cuando intentó publicar su obra “Infanticida”. El texto asustaba por la dureza del tema, pero sobre todo por estar escrito por una mujer, que optó finalmente por el seudónimo para poder publicar.

Todas estas mujeres y un sinfín más osaron escribir en un mundo en el que carecían de derechos y, además, pelearon por abrir paso. Como dijo Virginia Woolf no hace tanto, «pasará mucho tiempo antes de que una mujer pueda sentarse a escribir sin que surja un fantasma que debe ser asesinado».

Gracias a esta lucha, a la de ellas y a la de otras muchas mujeres desconocidas, actualmente yo puedo sentarme a escribir frente a mi ordenador y plasmar mi opinión. Gracias a ellas, puedo estar feliz de haber publicado mi primera novela. Gracias a ellas, mujeres como yo hemos ganado lo que nos pertenece, el derecho a hablar, a ser iguales.