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SALIR DE LAS SOMBRAS, la tormentosa identidad de un hombre. (7ª novela de Celia Velasco-Saori)

PRÓLOGO

La luz en un sombrío callejón es el final de una acera anegada de caducas hojas caídas de los árboles. La ciudad vive en aparente calma tras caer la noche. Las estrellas ya no brillan detrás de la espesa conta- minación, y las personas apenas se distinguen entre sí en la vorágine de una capital que jamás descansa.

Ni siquiera él se reconoce a sí mismo caminando tras su propia sombra, arrastrado por el tormento de muchas dudas sin resolver. Sin saberlo aún, su identidad yace a merced del subconsciente, que asoma imparable, hablando un lenguaje que fatalmente aun desconoce.

En la felicidad y la belleza, sin miedos ni dolor, no hay lugar para la vacilación, la debilidad… Siempre ajenos a uno mismo, se derrumban tópicos mientras, incapaz de discernir lo que siente alrededor suyo, o tener el valor para cambiar de perspectiva, sus interrogantes se convierten en una sórdida pesadilla, la de un hombre que no debiera ser anormal, que no debiera ser ni incorrecto ni malo, y tampoco una bruja para vanidosas hogueras. Pero jueces y verdugos conviven sin indulgencia en un escenario donde cualquier veredicto es contrario, y la defensa un vano lamento.

Así y todo, la huida parece la única forma de ser aceptado en ese castillo de ilusiones llamado duplicidad, en la que inevitablemente se esconden las mayores y más oscuras inquietudes. Las sombras de una identidad que pretende salir a la luz con fuerza e imaginación, libre y sin preceptos que ahonden en la miseria, la insatisfacción y la culpa, aun cuando comparten con éxito una apariencia socio económica brillante y resolutiva.

Una historia que redescubre el valor de la consciencia y que protege a la exiliada simbiosis entre individuo y sociedad de la apariencia y de la farsa, y de entre lo que sabemos y lo que no. En la ilustración y en el escrupuloso análisis que nace a partir de esta relación, toma forma el esbozo en blanco y negro de la expectativa con la que el protagonista ansía enfrentarse, cuestionándose a sí mismo para no sucumbir a la pasiva incomprensión y a los prejuicios de una sexualidad no resuelta, y que hay que desentrañar de entre capítulos que, con gran carácter, refinada sensualidad y espontaneo erotismo, describen un legado en el que sus trazos mueren en la aceptación y reviven en la esperanza.

Luca Monzani (Pintor)

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