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Recordando «Vidas Rotas»
Crítica sobre VIDAS ROTAS que me envió el magnífico escritor Juan Sevillano.
«VIDAS ROTAS es mucho más que “el día a día de una funcionaria de prisiones”; es un viaje de ida y vuelta al infierno. La novela es en realidad el personaje de Laura, su protagonista. A través de él nos llega toda la información que, previamente, ha sido absorbida e interpretada por ella. Todo lo vemos a través de sus ojos y de su prisma ético. Su visión del mundo carcelario, expuesta al lector a través de casos concretos, que la maestría de la autora sabe elevar a prototipos, dota a la historia de una cercanía emotiva que lo implica hasta zarandear su espíritu como sólo los grandes escritores saben hacerlo. La autora ha construido un personaje complejo, realista, frágil e indomable a la vez, de una autenticidad tan conmovedora, tan “humanamente humana” (comprendemos perfectamente su “Se lo merecía; Dios me perdone”, cuando se entera de que unos presos han asesinado a otro, acusado de violar niñas), que nos conquista y nos gana para su causa hasta llegar a hacernos compartir esa angustia, esa especie de síndrome del médico que sufre cada muerte de un paciente, que se apodera de ella con cada caso fallido, como el del joven Willy, o su lucha tenaz por conseguir para “su cárcel”, (para “sus chicos”), ese Centro Educativo Especial donde intentar recuperar a esos presos (jóvenes sobre todo), que han caído ahí por un mal tropiezo o una suerte aciaga y darles otra oportunidad. En realidad, Laura es una figura quijotesca y, por lo tanto, trágica, cuyos molinos-gigantes contra los que lucha sin cuartel son sus propios fantasmas, (padre alcohólico, maltratador y asesino). “No creas que mi vida es muy diferente de la tuya” le dice a Jacinto cuando éste le cuenta cómo y por qué mató a su padre. En resumen y parafraseando a Gabriel Celaya: Un arma cargada de humanidad positiva capaz de transformar su mundo inmediato desde la ética y el compromiso. Mi enhorabuena a la autora.»