Como muchos otros atardeceres, Julia Maldonado caminó con paso lento por el jardín de su finca hacia los acantilados. Allí, en su rincón peferido, se sentaba en su viejo banco y dejaba vagar su imaginación.
Allí se refugiaba muchas tardes observando como las gaviotas,entre chillidos, planeaban con las alas extendidas atraídas por el olor de los peces. El atardecer era la mejor hora del día para pasear la vista hasta hasta llenarse de armonía y…Ver más
Julia necesitaba abrirse como un abanico a las diversas emociones que su corazón le pedía cada vez con más intensidad.A veces se sentía invadida por una extraña mezcla de sensaciones: ahogo, turbación, desconcierto…, que se traducían en un extraño calor en su sexo, transportándola a un estado entre el tormento y el éxtasis. Le gustaría poder cerrar los ojos y volar tras sus sueños…
Su fiel amigo, un cachorro de ocho meses Lhasa Apso, de pelo blanco inmaculado llamado Curro, la seguía donde quiera que fuese, y permanecía a su lado mientras Julia contenmplaba un nuevo atardecer…
Julia Maldonado se casó a los 19 años con su amigo de toda la vida e hijo del socio de su padre, David Salgado, un buen hombre y un buen partido. El día de su boda, lucía un impresionante vestido confeccionado por uno de los diseñadores más importantes del momento, Pertegaz. En la ceremonia se dieron cita lo más granado de la sociedad mallorquina, así como numerosos empresarios hoteleros llegados de toda Europa.
Michelle, su compañera del internado, llegó desde París para acompañar a su íntima amiga al altar como dama de honor. No pudo evitar emocionarse y llorar durante toda la ceremonia, pués era de las pocas personas que sabía que Julia nunca había estado enamorada de quien iba a convertirse en su esposo.
¿Y si eran las caricias de otro hombre lo que le estaba perturbando desdde hacía tiempo? -se preguntó inquieta-. ¿Y si era eso lo que su cuerpo le pedía cada vez con más intensidad, sin que hubiera llegado a comprender qué era exactamente lo que le consumía las entrañas?
El deseo de verse cara a cara, de mirarse directamente a los ojos y poder tocarse las manos, llevó a Javier a dar el primer paso pidiéndole una cita. Julia no se atrevió a contestarle, aunque no dejó de pensar en ello.
El taxi la dejó frente a la verja de la casa de Javier. Observó los setos atiborrados de escarcha. La nieve había sido retirada del camino hasta la vivienda, no así la que cubría el resto del jardín. Situada en la parte alta del pueblo, deb…Ver más
Separaron sus cabezas, se sostuvieron las miradas notando sus ojos húmedos por la emoción de ese momento tan deseado. Unieron sus labios suavemente, sólo los rozaron, para volver a fijar sus miradas, pero sus bocas se reclamaban y sucumbier…Ver más