Sobre Los atardeceres de Julia
Todavía siento un nudo en la garganta, y tengo los ojos enrojed¡cidos por las lágrimas derramadas. Leer la novela que me regaló una amiga, de una escritora que no conocía, Los atardeceres de Julia, fue por la insistancia de ésta en que la leyera. Y hoy, tengo que darle las gracias, pues hacía mucho tiempo que no había leído una historia tan emotiva como la que acabo de terminar.
Las sensaciones que me ha hecho experimentar han sido tantas, que no sabría como describirlas. Lo único que puedo decir es que me he visto identificada de tal manera, que me parecía estar leyendo parte de mis memorias.
Agradezco que haya escritoras que sepan reflejar en sus narraciones la vida tal y como es, o puede ser, y que no nos vendan historias tan irreales como las que están de moda en estos momentos.
Siempre he sido una gran lectora. Y últimamente me he enganchado a lo último que nos dicen que tanto éxito tiene entre las mujeres (¿novelas (eróticas?) que me ha dejado fría una vez terminadas. Por ello, quiero agradecer a Celia Velasco-Saorí (mujer casi oculta en la foto que sale en su biografía), los buenos momentos que me ha hecho pasar, abligándome a no abandonar la lectura de su novela en un largo fin de semana. Me encantaría conocerla personalmente y poder hablar con ella. Estoy segura que debe ser una mujer de personalidad arrolladora.
Antonia Jiménez Losantos


«En mi interior había una lucha constante de inquietudes desconocidas que me empujaban a buscar otras alternativas que me devolvieran la seguridad en mí misma, a descubrir que podía ser autosuficiente, independiente, libre… Ni yo misma sabía lo que me pasaba. Creía que la vida que llevaba junto a mi marido y mis hijos era la de todos los matrimonios: obligaciones, cariño, respeto… Hasta que me di cuenta que debía haber algo más que me hiciera sentir plena. Y un día mi cuerpo reaccionó. Y el simple hecho de pensar en el abrazo de otro hombre distinto a mi marido, me excitó hasta límites insospechados. De esta manera comprendí que los lazos que me unían a David no era amor. Como tampoco era hacer el amor cuando me tomaba, pues sus besos jamás electrizaron mi cuerpo como me ocurre ahora con Javier. Él si me ha hecho descubrir todos los placeres del sexo, y a su lado he aprendido a quererme y valorarme como mujer.


PRÓLOGO