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¿Como se fraguó la idea de «sexoenlared.com»?
Jennifer, mujer de 26 años (enclaustrada en su casa de Aranjuez siempre delante del ordenador escribiendo sus novelas), que jamás había mantenido relaciones sexuales, se devanó la cabeza pensando la manera de conseguir la difícil tarea encomendada. Tras leer libros antiguos sobre sexualidad, creyó que la mejor manera de narrar una historia actual, era la de saber lo que el hombre del año 2014 buscaba, necesitaba o hacía.
Para ello, no vio otro camino que meterse en las páginas de contactos sexuales. Se puso el disfraz de «amante-virtual», abrió varios perfiles falsos, y buscó a los que podían ser sus protagonistas.
Ardua labor la suya, pues por esas páginas llegó a encontrar «de todo». Pero ella buscaba a hombres muy concretos: educados, inteligentes, que supieran meterse en el juego que ella les proponía, mantener una serie de intercambios de mensajes en los que se imaginaran como podría ser esa cita que le pedían, a fin de irse conociendo mejor: su personalidad, sus gustos y, principalmente, la creatividad que le ponían a la hora de crear una historia imaginada, aunque la finalidad era siempre la misma: llegar a mantener una cita real y sexual.
La dificultad más grande fue ponerse ella a su altura, a fin de seguir manteniendo esos correos de ida y vuelta. Pero armándose de valor, llegó a conseguir su propósito, manteniendo una sexual correspondencia con cada uno de ellos, hombres que no entendían como una mujer de su talento literario, educación, simpatía y, sin dudar que le acompañaba un físico parejo a lo que sus escritos demostraban, se metiera en estas webs buscando un escarceo sexual.
Ella era la que se guardaba un AS en la manga, manejando los tiempos, y una vez conseguida su finalidad, cortaba de un plumazo sus mensajes, dando por terminada la fogosa relación virtual que habían mantenido, al considerar que ya no le daba más juego el amante de turno.
La experiencia de escribir esta novela, le costó a la autora ponerse en muchas ocasiones en la piel de Jennifer Turnner, sintiendo que estaba manejando a esos hombres que le estaban proporcionando la historia que buscaba, llegando a sentirse muy mal. Pero lo que le ayudaba a reparar el «mal» ocasionado, era pensar que para construir una historia debes investigar a través de los canales adecuados, y en este caso, no había alternativa alguna.
Afortunadamente, aunque ella consideró que cuando saliera la novela al mercado, la tacharían de todo, menos de bonita, ha recibido varios mensaje de esos «anónimos protagonistas» felicitándola por la idea que tuvo, y no haber dado dato alguno que pudiera identificarles, al estar casados en una gran mayoría. Alguno se sintió defraudado porque, habiendo hecho el esfuerzo de complacerla en su petición de narrar la conquista a través de emails, ya veía conseguido ese encuentro. Y otros sospecharon de que esa historia cibernética no iba a llegar a ningún sitio, viendo como, tras tantos mensajes intercambiados, ya no tenía razón de ser retrasar más la cita prometida.
Para mi, su autora, ha sido una gran experiencia, al ser la primera vez que introduzco en mis novelas a personas reales